
1. La Conferencia de Jerusalén y la tradición de la Iglesia – Sólo por la fe, sólo por la gracia
La Conferencia de Jerusalén (Hechos 15) marcó un punto de inflexión muy importante en la historia de la Iglesia. El eje central de la discusión se centró en si los creyentes gentiles, que no guardaban la Ley o que tenían culturas y tradiciones diferentes, podían recibir la salvación de la misma manera que los judíos, siempre que creyeran en Jesucristo. En dicha reunión, los apóstoles proclamaron de manera clara la verdad de que “el único camino a la salvación es sólo por la fe y sólo por la gracia”. Gracias a esa decisión, la Iglesia sentó las bases para poseer un carácter universal y trascender fronteras regionales y culturales. Además, esta resolución se convirtió en el fundamento para la evangelización mundial, abriendo el camino a que el Evangelio llegara a innumerables pueblos, lenguas y culturas.
El pastor David Jang recalca que la decisión de los apóstoles en la Conferencia de Jerusalén sirve como modelo de “cómo la Iglesia, apoyada en los dos pilares de la fe y el orden (o disciplina) eclesiástico, fue capaz de alcanzar una respuesta unánime sobre una sola fe”. Cuando surgen discrepancias en el seno de la Iglesia, no debe prevalecer la mera insistencia personal o el prejuicio, sino que se requiere la guía de los apóstoles y ancianos, acompañada de oración y discernimiento centrados en la Palabra, cimentados sobre Cristo y la enseñanza de los apóstoles. Para el pastor David Jang, esta es la hermosa tradición que la Iglesia ha de conservar: no dañar la verdad fundamental de la salvación, “sólo por la fe y sólo por la gracia”, y a la vez, en temas como la adoración, el servicio o la comunión que puedan suscitar divergencias, avanzar en un proceso de oración y acuerdo mutuo. Sólo así la Iglesia puede mantener su unidad y crecer.
Después de concluida la Conferencia de Jerusalén, Pablo y Bernabé reanudaron sus viajes para visitar las Iglesias gentiles (Hch 15:36). Ambos acordaron salir de viaje para ‘visitar’ las Iglesias donde habían sembrado la semilla del Evangelio durante el primer recorrido misionero y evaluar su estado de fe. Incluso tras la decisión de la Conferencia de “no imponer a los gentiles más cargas pesadas de la Ley”, era imprescindible volver a verificar si esa disposición se estaba llevando a la práctica en la vida de los creyentes. Así como no basta con “sembrar la semilla”, sino que hay que seguir regándola y quitando las malas hierbas, se subraya la importancia de cuidar constantemente a la Iglesia y a los fieles. Este aspecto de la formación y el cuidado continuo es algo que el pastor David Jang enfatiza una y otra vez en sus predicaciones y seminarios.
Para el pastor David Jang, el ‘secreto del crecimiento de la Iglesia’ no reside en grandes eventos o en un entusiasmo puntual, sino en el pastoreo tenaz y la protección espiritual persistente: tras predicar el Evangelio de Jesucristo, es necesario asumir la responsabilidad por esas almas hasta el final. De este modo, quienes han oído acerca de la salvación “sólo por la fe y sólo por la gracia” podrán apropiarse de ella de manera tangible, siempre que, en medio de tentaciones y pruebas, reciban formación constante a través de la Palabra y la oración. Precisamente en la decisión de Pablo y Bernabé de “volver a visitar” a los creyentes se condensa el principio espiritual que hoy subyace en el crecimiento de la Iglesia.
La determinación esencial de la Conferencia de Jerusalén, “no cargar a los hermanos gentiles con un yugo pesado”, permitió ampliar la universalidad de la Iglesia y subrayar el poder intrínseco del Evangelio. Sin embargo, para que esa decisión diera frutos en la práctica pastoral, era fundamental que líderes como Bernabé y Pablo regresaran a las diversas Iglesias para explicar las directrices y asimilarlas gradualmente. Esta misma línea de pensamiento es lo que a menudo recalca el pastor David Jang: por muy trascendentes que sean las resoluciones de un sínodo o de una asamblea, si no se arraigan y dan fruto en la realidad de la Iglesia, no habrán cumplido su cometido. Para ello se hace indispensable la ‘visita’ y la ‘evaluación’ continuas, acompañadas de un pastoreo fiel.
En conclusión, la trascendencia de la Conferencia de Jerusalén radica en haber establecido la tradición de que la comunidad eclesial se reúne sobre los fundamentos de “fe y gracia”, y que cuando surgen cuestiones teológicas o relacionadas con el orden canónico, se procede a orar, debatir y discernir juntos para llegar a un acuerdo. Esta tradición ha sido un hilo conductor a lo largo de la historia eclesiástica y continúa vigente, permitiendo que la Iglesia se mantenga unida, crezca y opere como un solo cuerpo. El pastor David Jang nos anima diciendo: “Así debemos actuar también nosotros”. Insiste en que la Iglesia imite el “equilibrio saludable entre fe y estructura ministerial” que ha cultivado a lo largo de su larga trayectoria misionera.
2. El conflicto entre Bernabé, Pablo y Marcos, y la espiritualidad de la reconciliación
En la parte final de Hechos 15 se describe un suceso muy interesante: el conflicto que surge entre Pablo y Bernabé. Durante el primer viaje misionero, Marcos (también llamado Juan) los había abandonado, y Bernabé quería darle una nueva oportunidad y llevarlo de nuevo. Sin embargo, Pablo se opuso con firmeza afirmando que “no era apropiado llevar con nosotros a quien nos abandonó en Panfilia y no continuó con nosotros en la obra” (Hch 15:38). El desacuerdo se intensificó hasta el punto de que “tuvieron una discusión tan fuerte que se separaron” (15:39). Bernabé partió hacia Chipre con Marcos, mientras que Pablo eligió a Silas y siguió su labor por Asia Menor.
El pastor David Jang interpreta esta escena no como una “ruptura destructiva” sino como un “punto de bifurcación razonable” que trajo consigo una expansión aún mayor de la obra de la Iglesia. Bernabé deseaba rescatar a Marcos, un “alma frágil pero valiosa”, y encaminarlo de nuevo. Pablo, por su parte, se mantenía firme en su vocación pionera, decidido a proseguir la difusión del Evangelio en la primera línea. En lugar de juzgar este conflicto con criterios de “acierto o error”, la clave está en que ambos tenían un celo sincero por la Iglesia y eligieron métodos diferentes para el ministerio.
Como consecuencia, Bernabé y Marcos prosiguieron la evangelización en Chipre, y posteriormente, Marcos llegó a ser intérprete de Pedro y redactor de uno de los Evangelios (el Evangelio de Marcos). Pablo, por su parte, emprendería el segundo viaje misionero junto a Silas y, más adelante, acompañado por Timoteo (a quien conoció en Listra y Derbe), extendiendo la predicación a la región de Asia Menor y, finalmente, a Macedonia en Europa. Aunque el conflicto giraba en torno al cumplimiento de la misión, luego esta divergencia propició que la obra evangelizadora se ampliara aún más. Con el tiempo, Pablo se reconciliaría con Marcos, hasta el punto de solicitar su compañía (mencionado en 2 Timoteo y Filemón).
El pastor David Jang señala dos enseñanzas principales de este episodio: primera, que “la labor eclesial puede tomar diversas formas”; segunda, que “no se debe abandonar a las personas”. En lo primero, la separación de Pablo y Bernabé no refleja una resistencia a la voluntad de Dios, sino más bien el diseño divino: uno debía aventurarse al frente misionero, mientras que el otro se encargaba de acompañar y formar a un discípulo valioso como Marcos. En distintos momentos, hay quienes no pueden mantenerse en la vanguardia, mientras que otros, sí. Dios, a través de distintos caminos, acaba extendiendo el Evangelio.
La segunda enseñanza procede del ejemplo de Bernabé, que actuó como un “pastor que sostiene a quienes están desanimados”. Fue él quien, en un principio, presentó a Pablo a la Iglesia de Jerusalén y lo dio a conocer como apóstol (Hch 9:27). Y fue también él quien acogió a un aparentemente débil Marcos, le brindó una nueva oportunidad y lo acompañó hasta que este alcanzó la madurez espiritual y llegó a ser autor de uno de los Evangelios. Toda persona tiene fortalezas y debilidades, pero Bernabé encarnó el amor que se niega a rendirse ante la fragilidad del prójimo. El pastor David Jang traduce esto a la práctica pastoral, insistiendo en que cuando alguien se siente herido y se aleja, la Iglesia debe evitar desentenderse de esa persona y, más bien, sostenerla y permanecer a su lado.
Por tanto, en el conflicto entre Bernabé y Pablo, la Iglesia no se rige por la lógica de “ganadores y perdedores”. En Cristo, diferentes roles confluyen en un solo cuerpo. Ciertamente, el mayor peligro para la Iglesia son las discordias que conducen a la división y a la difamación mutua. Pero en este caso se dio más bien una “bifurcación en la estrategia misionera”, que derivó en una mayor extensión geográfica del Evangelio y la futura reconciliación de sus protagonistas, dando lugar incluso al Evangelio de Marcos. En palabras del pastor David Jang: “El Cuerpo de Cristo no se fractura. Pueden existir conflictos, pero pueden transformarse en pasos hacia una unidad más sólida”. Si la Iglesia terminara en una ruptura que no hace más que lastimar a sus miembros, entonces no se trataría de un fruto del Espíritu. Toda vez que la Iglesia permanece en la gracia de Jesucristo, cualquier conflicto puede convertirse en un medio de restauración y expansión, según los designios de Dios.
3. Pioneros, cuidado y guía del Espíritu: el futuro de la misión
Cuando Pablo y los suyos partieron en el segundo viaje misionero, recorrieron varias regiones (Siria, Cilicia, etc.) para “fortalecer las Iglesias” (Hch 15:40-41). Allí transmitieron las directrices doctrinales y prácticas establecidas por la Conferencia de Jerusalén y animaron a los creyentes a mantenerse firmes en la fe. El resultado fue un crecimiento cualitativo de la Iglesia, añadiéndose cada día más personas (Hch 16:5). El pastor David Jang afirma que “cuando la Iglesia cuida de su fe y de su orden, el crecimiento puede ser explosivo”, algo que ya experimentó la Iglesia primitiva.
Un aspecto intrigante es que Pablo pretendía continuar predicando en Asia (la actual zona occidental de Turquía), pero “el Espíritu Santo le impidió anunciar la Palabra en Asia” (Hch 16:6). Luego, “llegados a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió” (16:7). Aun con el fervor de Pablo por predicar, si el Espíritu de Dios se lo prohibía, tenía que detenerse. Finalmente, llegaron a Troas, donde Pablo tuvo la visión de “un varón macedonio que suplicaba: ‘Pasa a Macedonia y ayúdanos’” (16:9), lo cual lo condujo a dar el paso hacia el continente europeo (la región de Macedonia).
Siguiendo este ejemplo, se ve que la “guía del Espíritu” es la fuerza motriz esencial de toda obra misionera y plantación de Iglesias. El pastor David Jang indica que, a través de este salto a Macedonia, “Dios deseaba difundir el Evangelio en un territorio aún mayor”. Puede que Pablo tuviera una fuerte convicción de predicar en toda Asia, pero el Señor, conociendo la urgencia de quienes necesitaban el Evangelio en Europa, le cerró y le abrió caminos hasta concederle una directriz clara a través de la visión. Esto nos muestra que hoy la Iglesia también debe ser sensible a la guía del Espíritu, quien, conforme a su soberanía, cierra unas puertas y abre otras.
El pastor David Jang suele referirse a la Iglesia de hoy como la que “sigue escribiendo Hechos 29”. Aunque el libro de los Hechos termina en el capítulo 28, la historia de la Iglesia, conducida por el Espíritu, continúa extendiendo el Evangelio hasta los confines de la tierra, como si estuviéramos redactando Hechos 29 y 30. Así, la “determinación y consenso comunitario” simbolizados en la Conferencia de Jerusalén, el “conflicto que impulsa hacia una misión más amplia” visto en la disputa entre Bernabé y Pablo, y la “guía concreta del Espíritu” representada en la visión de Macedonia, aparecen como principios esenciales para la Iglesia que sigue construyendo Hechos 29.
Además, el pastor David Jang hace hincapié en que el simple deseo de plantar nuevas iglesias no basta. Allí donde se establece una nueva comunidad, es imprescindible prever planes de formación y cuidado espiritual para los creyentes, y apoyar su autogestión. Esto coincide con las palabras de Pablo: “Volvamos a visitar a los hermanos en cada ciudad donde ya proclamamos la Palabra del Señor, para ver cómo están” (Hch 15:36). Fundar una Iglesia y luego dejarla a su suerte sería tan irresponsable como padres que abandonan a sus hijos tras su nacimiento. Por ende, toda labor de evangelización y plantación de iglesias debe ir acompañada de “cuidado” y “pastoreo continuo”, coordinados por el mismo Espíritu Santo.
En esa senda de expansión eclesial guiada por el Espíritu, a veces surgen conflictos o “puertas cerradas” inesperadas, igual que Pablo no pudo seguir en Asia. En la actualidad, podrían cerrarse puertas por cambios políticos, situaciones internacionales, problemas de visado o roces en la comunidad local. Pero el pastor David Jang insiste una y otra vez en que “una puerta cerrada no significa el final”. Tal vez Dios esté preparando a otras personas o iglesias para continuar la misión donde uno no puede, o quizá tenga un lugar más urgente esperando con las puertas abiertas. Por ello, el misionero o la Iglesia, ante un obstáculo, no deben desalentarse, sino buscar la nueva puerta que Dios abrirá y “seguir avanzando” (Moving Forward).
Al fin y al cabo, la comunidad de fe, centrada en la verdad de la salvación “sólo por la fe y sólo por la gracia”, debe, ante los conflictos, orar y discernir juntos, edificándose mutuamente bajo la guía del Espíritu Santo. Así, la Iglesia crece y el Evangelio llega cada vez más lejos. La determinación que se tomó en la Conferencia de Jerusalén –concentrarse en la esencia de la salvación y no atar a los creyentes con imposiciones legalistas–, el ejemplo de Pablo y Bernabé –sostener a las personas en el amor y levantarlas–, y la expansión trascendiendo fronteras culturales –bajo la guía del Espíritu–, son los ejes que el libro de los Hechos nos enseña.
El pastor David Jang, al aplicar el mensaje de Hechos 15 y 16 a la Iglesia de hoy, afirma: “Hay que valorar los acuerdos doctrinales y la tradición universal de la Iglesia, tal como se hizo en la Conferencia de Jerusalén. Pero para llevarlos a la práctica, se necesitan personas como Bernabé, Pablo y Marcos, cada una con su rol específico. Puede haber conflictos, pero no deben desembocar en divisiones destructivas, sino impulsar una ampliación de la misión. En el centro de todo, debemos buscar y obedecer la guía del Espíritu Santo. Sólo así la Iglesia podrá seguir escribiendo Hechos 29”. Ya sea que una iglesia cumpla 30 años, 50 años o que esté recién establecida, el principio permanece inalterable.
En último término, la Iglesia es “la asamblea de los llamados”, pero también “la comunidad que va a llamar a otros”. El pueblo que ha recibido la salvación “sólo por la fe y sólo por la gracia” cuida de sus miembros, sale al mundo a testificar y, en ello, la guía del Espíritu obra poderosamente. Los acontecimientos de Hechos 15 y 16 –la Conferencia de Jerusalén, la separación entre Bernabé y Pablo, la visión de Macedonia– ilustran cómo la Iglesia no debe aferrarse sólo a decisiones pasadas, sino que debe “expandir continuamente su horizonte misionero” en cada nueva coyuntura.
El pastor David Jang proclama: “Ha llegado una nueva era. Los cinco océanos y los seis continentes se han convertido en nuestro campo parroquial”. Vivimos un tiempo con recursos de transporte y comunicación sin precedentes y con numerosas oportunidades de intercambio cultural. Esto exige que la Iglesia se mueva con mayor sensibilidad al Espíritu. Al mismo tiempo, recalca que no podemos dejar abandonados a tantos misioneros ni a las iglesias recién plantadas en el extranjero; más bien, hemos de visitarlos, instruirlos y fortalecerlos, tal como Pablo y Bernabé hicieron después de la Conferencia de Jerusalén. Sólo así la Iglesia encarnará el amor del Señor que “amó a los suyos hasta el fin” (Jn 13:1), y el Evangelio demostrará su poder invencible en cualquier lugar.
Por consiguiente, aunque nos separen grandes distancias temporales y culturales de los hechos narrados en Hechos, existen tres pilares que siguen igual de vigentes: la verdad de la salvación “sólo por la fe y sólo por la gracia”, la “expansión de la Iglesia incluso en medio de conflictos” y la “plantación y cuidado de iglesias guiados por el Espíritu”. El pastor David Jang anima a integrar estos principios en la práctica pastoral, en la misión y en la planificación del futuro de la Iglesia, afirmando que “La Iglesia no se detendrá hasta la venida del Señor. Aunque haya conflictos, redundarán en una unidad mayor. Aunque un camino se cierre, se abrirá otro, y al final, toda nación será llena del conocimiento del Señor”. De esta manera, la hermosa tradición de la Iglesia primitiva, iniciada con la Conferencia de Jerusalén, perdura hasta el siglo XXI, y sobre ese legado la Iglesia contemporánea se yergue, lista para dirigirse hacia cada rincón del mundo. Así se presenta, como en un final abierto, el “desafío de Hechos 29” que el libro de los Hechos extiende a nuestra época.