
Ⅰ. El trasfondo de Hechos 20 y el ejemplo del apóstol Pablo
El pasaje de Hechos 20:17-35 describe la escena en la que el apóstol Pablo, encontrándose en Mileto, llama a los ancianos de la iglesia de Éfeso para exhortarlos por última vez y despedirse de ellos. A menudo se le conoce como el “sermón de despedida de Pablo”, y en este discurso se concentran, de manera muy profunda, la filosofía de ministerio de Pablo, el núcleo de la proclamación del evangelio y la razón de ser de la Iglesia. En especial, a través de este texto podemos examinar en detalle las diferencias entre la “iglesia de tipo veterotestamentario” y la “iglesia de tipo neotestamentario” y, en medio de ello, reflexionar sobre el significado e importancia del ministerio de “tentmaking” (TM, en adelante) que tanto enfatiza el Pastor David Jang.
Pablo pide a los ancianos de Éfeso que recorran más de 50 km para reunirse con él en Mileto, una ciudad costera. Cuando están juntos, les dice primero: “Vosotros sabéis cómo me he comportado todo el tiempo que he estado con vosotros” (cf. Hch. 20:18). Esto muestra claramente que el apóstol Pablo vivió ante sus ojos sin ocultar nada. De esta breve frase percibimos lo transparente que debe ser un líder y cómo debe demostrar la autenticidad del evangelio con su propia vida. Pablo no fingía en el campo de misión ni vivía con doble moral. Les recuerda que vivió “con toda humildad y con lágrimas” (Hch. 20:19). Estas palabras reflejan su actitud en el ministerio. La humildad se refiere a la posición de siervo que Jesucristo nos mostró y al camino de servicio. Y las lágrimas se refieren a la expresión del corazón de quien, al amar profundamente y abarcar las almas, no puede evitar derramar lágrimas.
A lo largo de la historia de la Iglesia y en la historia de la salvación en general, la iglesia de tipo neotestamentario, tal como la fundó el apóstol Pablo, tenía rasgos que la diferenciaban claramente de la “iglesia de tipo veterotestamentario”, basada exclusivamente en el sistema sacerdotal del Antiguo Testamento. Podríamos simplificar diciendo que la iglesia de tipo veterotestamentario depende de forma absoluta de los diezmos. Con esto no se pretende decir que el diezmo en sí sea incorrecto o innecesario, sino que no debemos ignorar los diversos problemas que pueden surgir de administrar la economía eclesiástica basándose únicamente en él. El Pastor David Jang comenta en el mismo sentido. La iglesia de tipo neotestamentario, bajo el evangelio de Cristo, vive la palabra del Señor “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35), se mantiene por sí misma para predicar el evangelio y recorre el camino en el que los creyentes unen fuerzas para edificar y cuidar la iglesia. Este modelo de iglesia de tipo neotestamentario ofrece una respuesta práctica a cómo la iglesia de hoy puede heredar el ejemplo del misionero autosostenido (자비량) que mostró Pablo, superando así la estructura de dependencia económica unilateral que caracteriza a la iglesia de tipo veterotestamentario.
Pablo pasó por innumerables sufrimientos en su ministerio. Los judíos, considerándolo un traidor, intentaron matarlo, y él llegó a no tener en cuenta ni siquiera su propia vida con tal de concentrarse en la predicación del evangelio (cf. Hch. 20:24). De ahí surge la pregunta: “¿Por qué Pablo podía actuar de ese modo?”. Él había comprendido el valor absoluto del camino de salvación de los pecadores que Jesús nos mostró con la cruz, y por anunciarlo, estaba dispuesto a entregarse por completo. Cuando predicaba el evangelio en cada ciudad, Pablo enfatizaba primero: “Arrepentíos. Jesús es el Cristo” (cf. Hch. 20:21). Señalar el pecado y proclamar que Jesús lo expió en la cruz. Ese era el mensaje común del evangelio en los apóstoles de la iglesia primitiva. Además, Pablo sabía perfectamente que el arrepentimiento era el inicio de la verdadera salvación. Sin arrepentimiento no hay perdón de pecados ni puede haber salvación genuina.
En este punto, vale la pena retomar el tema de la “conexión entre la eclesiología y la escatología” que el Pastor David Jang ha expuesto en varias ocasiones. Si consideramos que la cristología, la soteriología y la escatología son las tres principales doctrinas cristianas, la escatología nos lleva en última instancia a reflexionar sobre “qué tipo de iglesia debemos establecer”. En otras palabras, quienes esperan la segunda venida de Jesucristo y viven anhelando el reino celestial tienen la misión de edificar la iglesia en esta tierra. La iglesia es el lugar que Cristo compró con su sangre, y los creyentes son miembros de esa iglesia llamados a combatir los engaños y tentaciones del mundo. Preservar y edificar correctamente la iglesia es la tarea final de los que viven con fe escatológica, lo cual desemboca en la eclesiología.
Hoy en día vemos muchas iglesias que cierran sus puertas o son vendidas al mundo debido a problemas económicos o a la disminución de la congregación. No es raro leer noticias de cientos o miles de iglesias que aparecen en el mercado inmobiliario. ¿Cómo puede ser que una comunidad santa, establecida con la sangre del Señor, sea puesta en venta en el mercado? Puede señalarse que ello se debe a la debilidad de la fe, y a que la iglesia permaneció atrapada en un modelo “veterotestamentario”, incapaz de adaptarse a la época cambiante. Analizándolo más profundamente, coincide con la profecía de Pablo en este pasaje, cuando advierte que “después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” (Hch. 20:29) y que “se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras sí” (Hch. 20:30). El secularismo, el pluralismo, el materialismo, el consumismo y muchos otros “lobos” han penetrado en la iglesia, velando la esencia del evangelio y dispersando el alma de los fieles.
El Pastor David Jang, al enfrentar tal realidad, enfatiza que la iglesia debe volver a la tradición apostólica. En el centro de ello se halla el “tentmaking” de Pablo. Se trata de una forma de resolver el problema de la supervivencia humana (la alimentación, la vivienda, el sustento) al mismo tiempo que se predica el evangelio y se cuida de los creyentes, cumpliendo esta doble misión de manera simultánea. No se trata de que, como en la iglesia de tipo veterotestamentario, solo un sacerdote o ministro reciba el sustento obligatorio a través de la ley del diezmo, sino de que la comunidad eclesial coopere voluntariamente y, de ser necesario, trabaje para generar ingresos que aporten vitalidad a la obra misma.
Pablo, durante su estancia en Corinto, fabricó tiendas de campaña para sostenerse económicamente mientras predicaba el evangelio (cf. Hch. 18:1-3). Y cuando fue necesario, recibió apoyo financiero de colaboradores u otras iglesias para dedicarse aún más a la enseñanza (cf. Hch. 18:5). Así, la confesión de Pablo “Vosotros sabéis que estas manos me han servido para mis propias necesidades y las de mis acompañantes” (Hch. 20:34) ilustra perfectamente la autosuficiencia y la buena salud de la iglesia de tipo neotestamentario. Ningún ministro, aun cuando pudiera trabajar, debería depender en exceso de las ofrendas de los feligreses ni considerarlas un “derecho incuestionable”. Al contrario, poniendo en práctica las habilidades o talentos que tenga, el líder no debe ser una carga para los creyentes, sino gastar sus energías en servir y dar aún más.
Las ventajas de esta forma de obrar son evidentes. En primer lugar, se reduce la posibilidad de que el líder de la iglesia caiga en codicia secular o en tentaciones materiales. En segundo lugar, produce una buena impresión en los no creyentes: “Esa gente se mantiene por sí sola a causa del evangelio, ¡qué auténticos son!”. En tercer lugar, independientemente de si la iglesia es económicamente modesta o abundante, que el ministro dependa del evangelio no se convierte en un obstáculo esencial. En cuarto lugar, se refuerza la cohesión de la iglesia mediante la entrega y el amor voluntarios. En quinto lugar, se abre un mayor canal para devolver las bendiciones recibidas a los más necesitados. Cuando Pablo dice: “En todo os he enseñado que trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’” (Hch. 20:35), alude directamente a este contexto.
Enfatizar que el modelo de iglesia veterotestamentario está equivocado no es la cuestión, sino señalar que, si se absolutiza dicho modelo, no prestaremos atención a los problemas que ello genera. En la época del Antiguo Testamento, los sacerdotes y levitas recibían apoyo material de las otras tribus para dedicarse exclusivamente al servicio del altar. Sin embargo, en la época del Nuevo Testamento, con la obra expiatoria de Jesucristo, también cambió la forma de la Iglesia. La iglesia no se limita a un “templo” físico, sino que, en el Espíritu Santo, está conformada por todos los que oran y se unen en la Palabra. Cuando el texto declara: “Mirad por vosotros mismos y por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia de Dios, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28), se resalta que la Iglesia es una comunidad sagrada y preciosa, establecida por la sangre del Señor.
Este mensaje coincide a la perfección con lo que el Pastor David Jang ha subrayado. La Iglesia no debe dejarse arrastrar por la oleada del mundo, ni sucumbir a la lógica de la secularización y el capital, por lo que se propone el tentmaking como una alternativa adecuada. Por supuesto, esto no significa que cada iglesia deba forzosamente dedicarse a algún negocio o comercio. De manera general, la Iglesia se centra en la predicación del evangelio, la salvación de las almas y la formación de los creyentes. Pero en ese proceso, el objetivo es obtener de manera autosostenible los recursos necesarios. Además, se anima a que el líder o el ministro adopten con gozo el principio “no de recibir, sino de dar primero”.
En medio de una realidad en la que muchísimas iglesias cierran y sus edificios se venden en el mercado inmobiliario porque no pueden afrontar deudas, ¿qué se necesita para que la iglesia no pierda su salud espiritual? En su sermón de despedida a los ancianos de Éfeso, Pablo enfatiza algo muy concreto: “Acordaos de que por tres años, de día y de noche, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (cf. Hch. 20:31). Este pasaje evidencia la importancia de la vida del líder. Por muy brillantes que sean la oratoria y el conocimiento de quien lidera, si no permanece con amor ardiente y responsabilidad hacia cada persona, no podrá formarse una comunidad eclesial saludable. Por eso Pablo llega a decir: “Por tanto, os protesto en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hch. 20:26-27). Que hoy día muchas iglesias se estén vendiendo o cerrando es un llamado al arrepentimiento, cuestionándonos si acaso los líderes no han predicado fielmente toda la Palabra de Dios.
El Pastor David Jang, al comparar la iglesia veterotestamentaria y la iglesia neotestamentaria, recalca la necesidad de discernir la “demanda de la época”. Actualmente vivimos en una era mezclada con múltiples ideologías seculares, relativismo, posmodernismo, pluralismo, materialismo y hedonismo, entre otras tendencias heréticas y mundanas. Por ello, en lugar de permanecer en la estructura “en la que el pastor vive únicamente de diezmos y ofrendas, como en los tiempos de la gran expansión de la iglesia”, más bien debemos ingresar al mundo, desplegar el tentmaking, abarcar el lenguaje secular y demostrar el poder inalterable del evangelio. Esta es la vía para “proclamar el reino de Dios sin que un problema económico fuerce una interrupción o corrupción de ese ministerio”, y es la imagen que debe adoptar la iglesia actual para revivir el espíritu del Nuevo Testamento.
En realidad, esta no es una propuesta nueva. Basta con revisar la historia de la Iglesia para ver que no solo la iglesia primitiva, sino también numerosos movimientos tras la Reforma protestante, impulsaron la idea del “ministerio autosostenido”. Martín Lutero criticó la tradición monástica, pero insistió en que los fieles fueran autosuficientes y practicaran el evangelio en su vida cotidiana. Juan Calvino, igualmente, consideraba que la Iglesia debía liderar la renovación de la sociedad en aspectos como la actividad laboral y la ética profesional. En la era moderna y contemporánea, se han dado muchos ejemplos de cómo se expandió la influencia del evangelio mediante labores médicas, educativas y de asistencia humanitaria. Sin embargo, gran parte de este movimiento, en cierto punto, quedó reducido a una estructura institucional centrada en templos y edificios, perdiendo gradualmente su vitalidad y el espíritu de autosuficiencia.
Por tanto, debemos regresar al mensaje de Hechos 20, donde Pablo dice a los ancianos de Éfeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hch. 20:28). Cuidar del rebaño no consiste simplemente en reunirlos en el templo para predicarles. La escasez económica no debería debilitar el evangelio, ni la abundancia material debe llevarnos a un uso mundano excesivo. En última instancia, debemos recordar que la iglesia fue comprada con la sangre del Señor, despertar espiritualmente y, entre las diversas modalidades de ministerio, tomar conciencia de que el tentmaking es hoy en día una de las soluciones más prácticas.
El Pastor David Jang pone mucho énfasis en la frase de Hechos 20:32: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros”. Porque la fuerza que levanta y mantiene la Iglesia depende fundamentalmente de la obra del Espíritu Santo y de la Palabra, no del ser humano. Si la iglesia habita en la Palabra, la practica y experimenta el poder del Espíritu Santo, ni la escasez financiera ni los ataques externos lograrán derribarla. Pero si la Palabra se debilita, en algún momento los “lobos rapaces” (Hch. 20:29) se apoderan de la iglesia, y aquellos “que hablan cosas perversas” (Hch. 20:30) encontrarán un espacio para difundir sus herejías. Tanto la iglesia coreana como la iglesia global han aprendido dolorosamente esta lección a través de los problemas de sectas, corrupción de líderes, etc.
Por ello, nuestra época requiere que la iglesia recupere la forma original descrita en Hechos, con el ejemplo de Pablo en el misionero autosostenido y su firme devoción al evangelio. Como ha reiterado el Pastor David Jang, “dedicación al evangelio” va necesariamente unida a “trabajar con nuestras propias manos para cubrir los gastos” en la mentalidad del TM. Esta misión no se limita al pastor o al liderazgo, sino que compete a todos los creyentes, y se desarrolla en esa experiencia de “es más bienaventurado dar que recibir”, testificando con nuestra vida el mensaje de Jesús. Por supuesto, puede que en la práctica pastoral exista quien reciba un fuerte respaldo financiero, como Pablo que aceptó la ayuda de Timoteo y Silas para dedicar más tiempo a la enseñanza. Pero cuando tal apoyo se considera un hecho incuestionable o se institucionaliza, suele desaparecer la dinámica interna de la iglesia. Al fin y al cabo, la razón de ser de la Iglesia en este mundo, y la principal tarea que deben proteger y difundir sus líderes, se halla en la convicción: “Predicaré el evangelio y, si es necesario, también trabajaré por él”.
Lo que de verdad se necesita hoy es ese ardor de Pablo, quien trabajaba “con sus propias manos, enseñaba día y noche y amonestaba con lágrimas a cada uno”. Esto podría, de manera muy concreta, revitalizar las iglesias en decadencia. Por ejemplo, el Pastor David Jang tiene la experiencia real de “adquirir edificios de iglesias que estaban a punto de desaparecer y restaurarlos como base de avanzada para el evangelio”. No se trata de comprar edificios como un fin en sí mismo, sino de mantener la herencia de iglesias que, estando a punto de desaparecer, conservan el patrimonio espiritual de la zona y convertirlas de nuevo en un catalizador para la misión evangelizadora. El financiamiento proviene del TM y de la entrega económica de muchos creyentes que trabajan con sudor, así como de ofrendas voluntarias. La parte espiritual se cubre con la oración unida de ministros y de la comunidad. Mediante este proceso, la iglesia local revive, brinda acogida a las almas necesitadas de su entorno y, al hacerse económicamente sostenible, puede ayudar a otras iglesias o lugares de misión. Este es un círculo virtuoso que se pretende alcanzar.
En Hechos 20, cuando Pablo exclama: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:24), da una declaración famosa que aún resuena hoy. La Iglesia no se edifica con programas o eventos espectaculares, sino con la entrega, las lágrimas y el trabajo de aquellos que dan su vida por salvar un alma. El Pastor David Jang menciona que ha vivido 28 años estableciendo iglesias con esta mentalidad, siguiendo la estela de estos pioneros, e invita a reflexionar sobre cómo podemos heredar este camino. Él mismo dice que “lee Mateo 23 una o dos veces al mes para examinar constantemente su propia vida y no volverse un líder hipócrita”, y este es el ejemplo que todos los pastores y creyentes deberían imitar.
En el capítulo 20 de Hechos, el sermón de despedida de Pablo une en una sola conclusión la actitud del ministro, la esencia de la Iglesia y el método de predicar el evangelio. Su advertencia: “Os declaro que estoy limpio de la sangre de todos” (Hch. 20:26) expresa que ha instruido a los creyentes de manera tan completa que, si caen, será responsabilidad de ellos. La base de todo es el “arrepentimiento”. Sin arrepentimiento, cualquier hermoseamiento de la iglesia o elocuencia del predicador se reduce a mera apariencia. Dios demanda que, tras el arrepentimiento del pecado y la salvación a través de la sangre de Cristo, salgamos a practicar el tentmaking y a ayudar a los necesitados. Al decir “estas manos me han servido para mis necesidades y las de los que están conmigo” (Hch. 20:34), Pablo nos muestra el fundamento principal para guardar la pureza del evangelio y evitar que el ministro caiga en tentaciones mundanas.
Este sermón de despedida no aplica solo a la iglesia de Éfeso en el siglo I, sino que es un mensaje para la iglesia universal de hoy, especialmente en Corea y el resto del mundo, que se enfrenta a una crisis. ¿Por qué la iglesia comprada con la sangre del Señor ha de ser abandonada o vendida? ¿Por qué las iglesias, afectadas por deudas, escasez económica y falta de visión, han de cerrar sus puertas? Cuando han disfrutado de abundancia, la iglesia frecuentemente ha sido tentada por la secularización, y en la escasez, muchas veces ha sucumbido al desaliento o la vergüenza. Sin embargo, como muestra nuestro pasaje, a pesar de todas las dificultades internas y externas, Pablo nunca dejó de predicar el evangelio. Y su equipo, junto con él, sostenían su sustento fabricando tiendas, o recibiendo ayuda de compañeros, mientras continuaban enseñando y predicando.
Ⅱ. El tentmaking (TM) y la práctica de la edificación de la Iglesia
Pasemos ahora a ver en qué consiste concretamente el tentmaking (TM) y cómo se plasma su valor práctico en la exhortación del Pastor David Jang durante un culto de consagración. El tentmaking, tal como su nombre lo indica, proviene de la costumbre de Pablo de fabricar tiendas de campaña para mantenerse a sí mismo. En la historia de la iglesia también se lo conoce como “misiones autosostenidas” y se refiere a los métodos de evangelización, dentro o fuera del país, que se llevan a cabo sin apoyo económico o con el mínimo posible, en los que se auxilia al prójimo y se anuncia el evangelio.
Sin embargo, el TM al que presta atención el Pastor David Jang no se limita a “trabajar en el mundo y, de paso, predicar”. Es, más bien, un paradigma ministerial que impulsa a que toda la congregación participe en la proclamación del evangelio, sin quedar atrapada en el modelo de la iglesia de tipo veterotestamentario. No se trata de que la iglesia opere un negocio para generar utilidades. El TM, en su esencia, es la “vía para ganar dinero con una motivación voluntaria y dedicarlo al reino de Dios, a la edificación de la iglesia y a ayudar a los que sufren”, siendo un canal tanto material como espiritual.
Según el Pastor David Jang, la comunidad eclesial que él sirve tiene cinco ministerios principales. Comenta que cada miembro de la congregación forma parte de alguno de ellos, se beneficia de ellos o está conectado de forma directa o indirecta con al menos uno. Hace poco, entre esos ministerios, el TM se instituyó como un ministerio formal y se celebró un culto de consagración. Esto es significativo porque, aunque la mentalidad del TM ha estado presente desde los inicios de la iglesia, no fue hasta ahora que se constituyó como un ministerio “oficial”. Esto sugiere que la iglesia alcanzó cierta madurez y está preparada para avanzar de modo más sistemático en la expansión del evangelio a través del TM.
El ejemplo clásico de TM en la Biblia se encuentra en Hechos 18:1-3, cuando Pablo llega a Corinto y conoce a Aquila y Priscila. Ellos habían sido expulsados de Roma por decreto del emperador Claudio, eran judíos creyentes, inteligentes y de gran fe. Tenían el mismo oficio que Pablo, la fabricación de tiendas, y a la vez predicaban el evangelio y plantaban iglesias con los ingresos obtenidos. Según la tradición, Priscila era una creyente de fe tan notable que se menciona su nombre primero que el de su esposo en varias secciones (cf. Hch. 18:18, Ro. 16:3, etc.). Además, la pareja instruyó a Apolos, un predicador elocuente, corrigiéndolo en la doctrina (Hch. 18:26). Este episodio demuestra que el TM no es solo un “trabajo secundario” sino un arma poderosa de proclamación evangélica.
Basado en estos casos de la iglesia primitiva, el Pastor David Jang describe cómo debe funcionar el TM dentro de la iglesia. El líder de la iglesia, antes de decir a sus fieles “proveedme” o “traed más ofrendas”, debe ser el primero en trabajar como Pablo, ganar ingresos y con esos recursos ayudar a las iglesias o hermanos necesitados. De esta manera, la iglesia deja de ser un simple ente de consumo para convertirse en una comunidad que “produce y comparte”. Esto está directamente relacionado con las palabras del Señor “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35) y con la visión de la iglesia neotestamentaria, que supera la estructura de dependencia unilateral propia del modelo veterotestamentario.
No se exige que todos los pastores o todos los creyentes practiquen indefectiblemente el TM. Hay quienes, debido a su posición o situación, pueden dedicarse por completo al ministerio y vivir sin necesidades. También hay iglesias con una larga historia y gran tamaño que cuentan con abundante presupuesto para sostener a su pastor sin que este deba trabajar aparte. El problema es que, cuando uno depende plenamente de ese “apoyo” y “provisión”, se corre el riesgo de que la esencia de la proclamación del evangelio se diluya o de que decaiga la tensión espiritual de la iglesia. Pablo sí recibió ofrendas de Timoteo y Silas, pero reaccionó con más fervor en la enseñanza cada vez que recibía tal ayuda. Es decir, siempre que alguien le sustentaba, él se entregaba aún más al evangelio, y cuando no había apoyo, volvía a fabricar tiendas. Esa flexibilidad espiritual fue clave para la gran cosecha de su labor misionera, y así, cuando reunió a los ancianos de Éfeso, pudo declarar con orgullo: “Ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie he codiciado” (Hch. 20:33).
El Pastor David Jang, en su larga trayectoria misionera y pastoral, ha aplicado un método similar. La iglesia puede dirigir una empresa o negocio, o los miembros pueden trabajar en sus respectivos lugares de empleo y luego unir esos ingresos para rescatar iglesias que están al borde del cierre o para sostener esfuerzos misioneros. El objetivo no es que “la iglesia se endeude”, sino que sea la que “perdone deudas y ayude a los demás”. Esto no implica rechazar que el pastor reciba un salario de la iglesia, sino renunciar a la idea de que “es algo que me pertenece por derecho”. El Pastor David Jang lleva a cabo la obra de “comprar” iglesias en venta tanto en Estados Unidos como en otros países, para reactivarlas como bases de difusión del evangelio. En ese proceso, el TM, el dinero que los creyentes ganan con su trabajo y las ofrendas voluntarias se combinan para invertir en la misión, la ayuda al prójimo y la administración eclesiástica. El objetivo es “salvar aunque sea una sola alma más”, en sintonía total con el espíritu de la iglesia neotestamentaria.
Al mismo tiempo, cuando la iglesia se expande y decide el camino a seguir, es fundamental que todo el cuerpo de creyentes, junto con el liderazgo, oren y deliberen unidos. Tal como Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso que surgirían lobos rapaces y personas que hablen cosas perversas (Hch. 20:29-30), cuando la iglesia se abre al mundo para llevar su ministerio, las influencias seculares y las sectas intentan inmiscuirse. Por eso es imprescindible mantenerse alerta, recordando la dedicación con lágrimas de Pablo durante “tres años, de día y de noche” (Hch. 20:31). Sea TM u otra modalidad, la meta suprema sigue siendo la salvación de las almas y la difusión del evangelio.
El TM no solo fortalece la economía de la iglesia, sino que transforma su fibra espiritual. Porque cada creyente empieza a comprender que puede “dar testimonio de Cristo” a través de su trabajo, su negocio o sus estudios. Así, la fe sale del espacio exclusivo de la adoración dominical y se filtra en toda la vida diaria. Además, si las ganancias obtenidas con TM se destinan a la iglesia local, a misiones extranjeras o a labores benéficas y educativas, toda la comunidad se impregnará con la cultura de “Es más bendecido dar que recibir”. La celebración de un culto de consagración enfatiza precisamente este espíritu, y anima a la congregación a “arremangarse” para servir y sacrificarse, socorriendo a los más necesitados y, sobre todo, anunciando el evangelio.
Por supuesto, si alguien toma el lema “Haced tentmaking como Pablo” de forma superficial y se empeña en actividades económicas o en ampliar negocios, puede perder de vista la esencia de la evangelización. Pero el Pastor David Jang insiste repetidamente en que “el principio bíblico es lo prioritario”. Pablo fabricaba tiendas para sostenerse, pero siempre con el enfoque puesto en la predicación. Si no tenía medios, se ganaba la vida así, pero el dinero no era su objetivo final. Y aunque alguien alcance gran prosperidad con el TM, si utiliza esos ingresos para fines egoístas o para presumir de su riqueza, estaría en total contradicción con el espíritu de Pablo, quien decía: “Ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie he codiciado” (Hch. 20:33). Esa clase de “éxito” sería un logro mundano, completamente ajeno a la intención de “no rehuir de anunciar todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27) y de confiarse a la “palabra de su gracia” (Hch. 20:32).
Para ilustrar cómo funciona el TM en la práctica, el Pastor David Jang señala la importancia de “orar, deliberar y alcanzar consenso en la comunidad”. En Hechos 20, Pablo también se reúne primero con los ancianos de Éfeso y pronuncia su discurso de despedida. Al decidir reacondicionar iglesias cerradas o en riesgo de cierre, el Pastor David Jang y el liderazgo de la iglesia dedican mucho tiempo a la oración y la reflexión conjunta, y una vez que se define la dirección, la implementan con firmeza para revitalizar la iglesia. Este patrón refleja la forma de la iglesia primitiva, donde los apóstoles y ancianos se congregaban para buscar la guía del Espíritu Santo y resolver problemas (cf. el Concilio de Jerusalén en Hechos 15).
El culto de consagración del ministerio de TM le confiere un carácter más claro a esta visión. Se crea un departamento específico en la iglesia para encargarse del TM y así “fortalecer la autonomía financiera, ayudar a las iglesias que atraviesan dificultades y llevar el evangelio hasta los confines de la tierra”. Es también un complemento a la simple estructura financiera (apoyo mediante diezmos y ofrendas) de la iglesia de tipo veterotestamentario, ofreciendo un modelo de expansión de la iglesia de tipo neotestamentario. En una época donde hay “mil o dos mil iglesias a la venta en el mercado”, la noción de “hacer lo que sea necesario para salvar la iglesia” transforma el TM en una misión sagrada, y no solo en una tarea económica.
Durante el culto de consagración del TM, el Pastor David Jang hace esta pregunta: “¿Podemos decir que hemos hecho todo lo posible por esas iglesias que están cerrando?”. Y responde exhortando a que tomemos de nuevo los pilares de “Jesucristo, el evangelio, el Espíritu Santo y el reino de Dios”, para que cada uno se arrepienta y renueve su corazón, poniendo en práctica la advertencia de Pablo: “Mirad por vosotros y por todo el rebaño” (Hch. 20:28). En una situación donde tantas iglesias se hunden en la secularización, el TM aparece como la respuesta tangible a las exigencias de la época, pues permite la autosuficiencia económica y la caridad cristiana en armonía con el mandato evangelizador.
El Pastor David Jang aclara que este TM no es algo novedoso, sino el camino para recuperar la pureza y vitalidad de la iglesia primitiva. En ese trayecto, los líderes evitan la hipocresía, predican el evangelio íntegro y los fieles, cada uno en su respectivo entorno, se sustentan a sí mismos y llevan una vida de testimonio cristiano. El fruto colectivo se invierte en ayudar a iglesias débiles, en proyectos misioneros y en obras de misericordia. De esa manera, en medio del pluralismo y el relativismo imperantes, la iglesia proclama “No hay otro camino ni otra verdad aparte de Cristo”.
En Hechos 20, el núcleo de la iglesia neotestamentaria se vincula estrechamente con el “espíritu de tentmaking”. Las palabras de Jesús que citó Pablo —“Más bienaventurado es dar que recibir”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”—, plantean un desafío intenso al modo en que la iglesia existe y se dirige. El Pastor David Jang, siguiendo la tradición apostólica, propone el tentmaking como alternativa para que la iglesia, atrapada en el modelo veterotestamentario y en una crisis real, pueda superarse. Esto implica reestructurar la iglesia en base al principio “sacerdocio universal de los creyentes”, impulsando a cada miembro a manifestar el evangelio en su vida cotidiana mediante acciones concretas.
El principio básico es: “Ganaré con mis manos y lo emplearé para ayudar a los necesitados y para dedicar mi vida al evangelio”. Este es el espíritu de Pablo. “Ni siquiera tengo mi vida por valiosa, con tal de acabar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús” —decía Pablo—. El Pastor David Jang, siguiendo estas palabras, advierte que, aun si crece la iglesia y se ensancha el ministerio, jamás debemos caer en la vanagloria material o mundana. Más bien, debemos enfocarnos en proteger la iglesia que el Señor compró con su sangre, rescatar las iglesias puestas a la venta y extender el evangelio cada vez más lejos.
Que el TM se instituya formalmente en este culto de consagración implica una expansión del campo de acción de la iglesia, junto con la declaración de la voluntad de “influir con fuerza en la sociedad local y en las misiones mundiales mediante la cultura de dar”. A la vez, es un recordatorio de que, como Pablo, no debemos “codiciar la plata, el oro o el vestido de nadie”, y que tanto la economía de la iglesia como la entrega de los creyentes son simples herramientas para “predicar el evangelio y socorrer al necesitado”. A través del TM, se invita a la iglesia a convertirse en “comerciantes celestiales” que trabajan con honestidad y ardor, para reinvertir sus ganancias en la obra del evangelio, siguiendo la senda de Jesucristo, quien “se negó a sí mismo y se sacrificó”.
En esta época en que tantas iglesias se tambalean y se hunden, el tentmaking no se ve ya como “una” alternativa más, sino como un principio fundamental que vuelve a cobrar fuerza. Pablo ya nos mostró ese camino, y el Pastor David Jang lo ha aplicado en la fundación de iglesias y en la misión mundial. Para que la iglesia rompa con el paradigma del Antiguo Testamento y recupere la vitalidad del Nuevo Testamento, debemos retomar la frase de Pablo: “He trabajado con mis manos para ayudar a los débiles y predicar el evangelio”. Y si toda la comunidad adopta este enfoque y lo organiza, podremos anunciar un evangelio vivo a las almas de esta generación. El clamor escatológico de Pablo —“Velad” (Hch. 20:31)— se concreta en el tentmaking, haciéndolo fructificar en la práctica. Ese es el mensaje central que el Pastor David Jang proclama y la visión de la iglesia neotestamentaria en la que debemos apoyarnos para el futuro de la iglesia.